A mis 25 años disfrutar mi sexualidad había sido honestamente difícil. Pensar en tener sexo sin tabúes era una locura, en mi casa jamás se habló de sexo.
Al tener unos 14 años me sorprendí y al mismo tiempo me emocioné mucho, cuando pasando canales en la televisión, encontré un canal que no sintonizaba bien, pero, mostraba por momentos fugaces tetas, penetraciones, y muchos gemidos.
Las pocas imágenes y sonidos que alcanzaba a ver me dejaron cautivada, y siempre que me quedaba sola en la casa, intentaba acomodar la antena para que las imágenes se vieran durante más tiempo.
Cuando miraba ese canal, me tocaba de forma algo tímida, frotaba mi vagina contra algún cojín y me concentraba en el sonido un tanto difuso del televisor. Esas fueron mis primeras exploraciones sexuales.
Yo No Sabía Nada Sobre Cómo Tener Sexo y Mucho Menos Sexo Sin Tabúes.
A mis 16 años perdí la virginidad con un chico que creía amar y resultó que en realidad me trajo muchos problemas.
Lloré, me disgusté con mi familia, mis amigos; no era una relación perfecta, ni siquiera la describiría como una relación sana, pero ¡Qué rico la pasábamos!
Creo que era el sexo desmedido y constante lo que me ataba a él, siempre que yo quería él estaba ahí para dármelo. Nos escondíamos en rincones de su casa, lo hacíamos en lugares públicos, inclusive lo hicimos una vez encima de un árbol – pero esa historia será para otro día, definitivamente amerita dedicarle más tiempo –
¡Lo nuestro era puro sexo !
Pero con el tiempo, estar juntos ya no era lo mismo, todo se volvió monótono, hacíamos lo que a él le gustaba, y yo, que en ese entonces no conocía tan bien mi cuerpo, solo me dejaba llevar.
Él, como ya les conté, no era exactamente una pareja que me diera estabilidad emocional, era controlador, posesivo y por momentos muy radical.
Tener sexo era su prioridad, pero lo hacíamos como él quería, y yo pocas veces opinaba.
Al principio la pasé muy bien, pero con el paso de los años y después de tener muchos problemas en la relación, dejé de disfrutar nuestros encuentros sexuales.
Sobre todo porque sentía que él iba a juzgarme, o respetarme menos, si le decía todo lo que quería que me hiciera en la cama, lo que había visto, lo que me había imaginado.
El punto es que teníamos mucho sexo, pero no siempre del tipo que yo quería.
Después De 5 Largos Años, Por Fin Dejé A Mi Novio
Duré toda mi adolescencia con el mismo chico, la misma verga, las mismas poses; cuando por fin estuve soltera, quise empezar a experimentar y tomé la mejor decisión de mi vida.
Me suscribí al sexshop de mi barrio para obtener descuentos y me compré varios juguetes sexuales. Gasté buena parte de mi sueldo en vibradores, geles calientes, fríos, de sabores, succiona clítoris y otros más.
Yo los llamo mis pequeños chicos de plástico, y ahora me acompañan siempre que hago un viaje largo.
Desde que comencé a usarlos mi vida sexual cambió 100%, ahora me resulta más fácil llegar al orgasmo. Pues, yo misma decido a que frecuencia me voy calentando, juego con mis senos y labios al ritmo que me apetece, y me doy placer en mis posiciones preferidas.
¡Ojo, también disfruto cuando tengo sexo en pareja!
Pero es que cuando estoy con mis juguetes sexuales, no dependo de la eyaculación precoz de algunos chicos, o de su afán por penetrar sin tener nada, nadita de juego previo.
¡Con mis chicos de plástico la que manda soy yo!
Tener Sexo En Pareja Y con Juguetes Sexuales Es Genial.
Si bien es cierto que con mis juguetes la paso delicioso y me excito como y donde quiero. Tengo que reconocer que incluirlos en mis encuentros sexuales ha sido cosa de otro mundo.
Por ejemplo,
Hace unos años conocí un chico que me traía loca. Él es algo menor que yo, vive en mi barrio y aunque ya nos conocíamos de vista, pocas veces habíamos hablado.
Pero, créanme sus ojos coquetos siempre me dijeron que ahí podría pasar algo.
Él y yo no hablábamos mucho, pero eso nunca impidió que sus ojos claros, sus muslos marcados, su abdomen fuerte, su culo parado y firme, fueran protagonistas de mis fantasías sexuales más locas.
Me lo imaginaba entrando en mi casa una noche a escondidas, tomándome por los hombros, sujetándome contra una pared, y besando apasionadamente todo mi cuerpo.
Cada vez que lo veía, nos imaginaba teniendo sexo en poses locas, en lugares remotos.
Quizá en un salón lleno de espejos, quizá en mi casa estando mi familia en el cuarto de al lado; bueno ideas he tenido muchas.
En todos mis sueños él era apasionado, salvaje y cariñoso. En todos ellos yo lamía todo su cuerpo, él el mío, y ambos nos corríamos entre gemidos y movimientos estruendosos.
Un día, para mi sorpresa, él reaccionó a una de mis historias de Instagram, yo claramente contesté y esa misma noche nos citamos para tomar un vino en mi casa.
¡Un vino en mi casa! ¿Qué otra cosa podría pasar? Yo llevaba meses queriendo tenerlo dentro y yo sabía que él también quería conmigo.
Decidí Que Ese Día Tendría Sexo Sin Tabúes
Me vestí, maquillé y utilicé mi lencería más sexy. Antes de que él llegara me miré al espejo, y sonreí. Estaba empoderada, radiante, sexy, divina, me sentía la mas mamasita del mundo, estaba dispuesta a todo.
Lo quería en mi cama, en mi sofá y sosteniéndome contra todas las paredes. Quería que me penetrara en todas las formas posibles, quería que me tocara toda.
Al principio, estuvimos un buen rato hablando, tomamos una botella de vino, compartimos algunas anécdotas y cuando pensé que no pasaría nada.
¡Boom! Me llené de valor, acerqué lentamente mi mano a su pierna, lo mire directamente a los ojos y él con determinación me besó.
De ahí para allá todo fue calor y sudor. Los besos calmados, se transformaron en cuestión de segundos en una apasionada tanda de besos y caricias.
El fuego se esparcía por nuestra piel, toqué su entrepierna y pude sentir como cada vez su verga se endurecía, su pantalón se mojaba y su respiración se aceleraba.
Me desvistió con apuro, con fuerza y con ganas, me lamió el cuerpo desde los pies a la cabeza, por delante y por detrás. Se aferró a mi pecho, chupaba mis pezones, me tocaba suavemente el trasero.
Recorrió mi espalda con sus manos, hasta apretar fuertemente mi cuerpo contra el suyo; parecía no respirar, lamía y besaba con pasión mis tetas.
Yo no quería parar de verlo, de ver a ese hombre pegado a mi, ardiendo en pasión. Disfrutaba sentirlo cerca, tocar su piel, ver la escena completa, ser la espectadora de aquello con lo que tanto había fantaseado.
Me excité lamiendo su verga desde la base hasta la punta, mirándolo a los ojos en cada succión, viendo cómo se derretía de placer en mi boca.
Acaricié sus testículos con suavidad, aumenté poco a poco la velocidad al masturbar su verga, la frote contra mi cuerpo, la deje recorrer mi ano, mis labios mayores.
Me enloqueció su verga haciendo presión contra mi clítoris, me descontrolaba cada vez que sentía que nos mojabamos.
Y Cuando Él Estaba Listo Para Penetrarme, Paré.
Decidí que quería más preámbulos, quería alargar el placer más y más. Me levanté de la cama y abrí mi cajón de la felicidad. Saqué un gel multiorgasmo (mi favorito por cierto), unos condones y uno de mis vibradores.
Honestamente tuve miedo durante unos segundos, ¿Cuál sería su reacción? ¿Apagaría el momento? ¿Qué pensaría de mí?
Todas estas dudas se disiparon cuando él, aún más emocionado de lo que estaba antes, se paró, tomó el gel, me colocó en la cama apasionadamente y me hizo ver el cielo al masturbarme.
Esa noche dimos rienda suelta a nuestra imaginación. Hicimos poses que jamás había hecho antes, le pedí que me cogiera duro, que tomara mi cuello con fuerza, que apretará mis nalgas.
Le pedí que me tomará del pelo y me dominara con pasión, a veces con determinación, y otras con suavidad y besos tiernos.
Me mostró como apretar su verga, en que parte de su ano debía poner mi dedo. Me enseñó a llevarlo al éxtasis.
Yo le dije con que velocidad debía frotar mi clítoris, como meter sus dedos en mi vagina, la posición exacta en la que debía poner el vibrador para hacer temblar mis piernas.
Usamos casi todos mis juguetes sexuales, y créanme no son pocos.
Los usamos en él, en mi, en los dos al mismo tiempo. Y por primera vez, descubrí la felicidad de tener sexo sin tabúes.
Disfrutamos al máximo cada vibración, cada pose extraña, cada sensación que nos otorgaban los geles y juguetes.
¡Tuve el sexo que quería con el hombre que me dio la gana!