La aceptación corporal no es un switch que una vez que lo prendes ya te autoaceptas siempre, es un constante autoaprendizaje.
Ahorita, en la cuarentena, subí 10 kilos; como dejé de salir a trabajar, dejé de caminar media hora diaria cuesta arriba, y como tenía ansiedad y tiempo libre, cocinábamos y comíamos, fue una deliciosa fiesta alimenticia.
Después comenzamos a andar en bicicleta, y yo comenzaba a pensar que quizá debería considerar bajar de peso, pues tengo problemas con mis rótulas y siempre me recomendaban no subir mucho. ¡Necesito una dieta restrictiva! Pero las dietas, que antes seguía sin problema, se veían aburridas al lado de la creatividad expresada en la cocina; simples al lado de todo lo que se puede vivir a través del paladar.
Hacía ejercicio para fortalecer mis piernas y seguía andando en la bicicleta. Hasta que logramos andar 830 km en 15 días, a puro pedaleo y acampe.
¡WOW!, ¡MIS PIERNAS HICIERON ESO!
La sensación estuvo increíble y duró bastante: estaba orgullosa de haber podido viajar usando como único medio de transporte mi cuerpo, hasta que noté que mis pantalones de siempre me apretaban y no me sentía cómoda; me abrumé y comencé a pensar que quizá me tocaría comprar pantalones nuevos y no me gusta, no me gusta porque es imposible; las tallas nunca son las adecuadas, mis caderas y piernas siempre son tallas mayores que lo que es mi cintura y entonces siempre batallo para encontrar ropa.
Y de nuevo pensé: “Híjole, sí debería cuidar las calorías que como, así bajaría el volumen de mis piernas y la ropa me quedaría”.
¿Cómo nos han enseñado tanto la idea de ser personas delgadas o tener apariencias perfectas al grado de avergonzarnos de nuestros cuerpos? ¿De querer cambiarlos? ¿Cómo está todo tan estandarizado que encontrar ropa es una odisea de ir a diferentes tiendas y probarte en cada una varios modelos, hasta que por fin alguno queda bien? ¿Y cómo permitimos que eso nos afecte en cómo nos vemos y nos valemos como personas?
El proceso de aceptación de la imagen corporal
Hoy, después de verme al espejo y ver estas piernas que me llevan a donde quiero, ya no me importa si tengo que comprar nuevos pantalones, y sé que mientras mis músculos tengan fuerza, mis rodillas estarán bien.
No sé si mañana mi cerebro busque una nueva excusa para querer pensar que debería hacer dieta, estar más delgada o verme más como la norma… Pero ya no quiero dejar de existir y de disfrutar esa existencia por juzgar el cuerpo que habito, y ese es y será mi lema, porque somos seres vivos, cambiamos, nos adaptamos a las situaciones que vivimos y nuestro cuerpo cambia con quienes somos, con la edad, con el estrés, con todo…
El camino de la aceptación corporal es algo más cercano a una montaña rusa o a un viaje sin mapa, la ventaja es que después de un tiempo ya sabes cómo se sienten las bajadas o topar con una pared, ya no te toma de sorpresa y puedes identificar de dónde vienen las sensaciones y manejarlas de forma adecuada.
Saber darle valor al cuerpo porque existe, porque te ayuda a cumplir tus metas, sean cuales sean, es algo que se aprende todos los días, porque cuando prestas atención, todos los días puedes darte cuenta de todo lo que eres capaz de hacer y cómo tu cuerpo te ayuda en eso.
Ok, todo esto suena precioso, entendemos que nuestro cuerpo debería ser apreciado por existir y funcionar, pero ¿cómo logramos sostener ese pensamiento cuando todo en nuestro entorno nos dice que el valor como persona y ser social está —casi— basado en la apariencia?
Lo primero es justo eso, poder separar expectativas impuestas versus realidad. La forma más sencilla es dejar de seguir gente en redes sociales cuyo discurso te hace sentir incomodidad. ¿Muy temprano para detectar qué te hace sentir así? Entonces deja de seguir personas cuyo contenido se enfoque en usar filtros, promocionar dietas, alentar a tener una piel “de porcelana”; en pocas palabras, a personas cuyo contenido se enfoque en lo estéticamente normado. Acuérdate que la meta es salir de la norma.
También podrías rodearte de personas que estén viviendo algo similar, o bien que ya tengan una mentalidad por la que saben que los cuerpos no deberían juzgarse por su apariencia. Esa red de apoyo será un buen refugio para cuando te autojuzgues.
Cuando ya te sientas más en confianza, viene quizá lo más complicado: verte al espejo y no juzgarte. Y sé que no es sencillo porque cargamos con miles de juicios, pero aquí un truquito: verte al espejo con afán de aprender de ti. Observa tu piel, ve sus características y dales una función: en lugar de decir “ay, qué feas cejas tengo”, cambia ese discurso interno hacia un “porque tengo cejas es que mis ojos pueden ser más expresivos” y, acto seguido, explora: haz gestos, mueve tus cejas, tócalas.
Así con cada parte de tu cuerpo que podrías juzgar. Te prometo que el agradecimiento llegará solito. Y la sensación de juicio o incomodidad se irá poco a poco. Y quizá vuelva, pero ya sabrás cómo funciona el proceso.
El juicio propio
¿Y qué pasa si al verme hoy al espejo hay algo que no me gusta y quiero cambiar? Primero, no te juzgues demasiado, entiende que llevas años con ese aprendizaje de cuerpos “estéticamente normados” y este no va a desaparecer de la noche a la mañana; es más, acuérdate de que el cuerpo de muchas personas en las redes tienen filtros, están editados o, de plano, tienen todo el tiempo y dinero para hacer dietas y estar en el gym. Segundo, justamente como ya sabes que la estética de los cuerpos es algo impuesto, medítalo: si la belleza está en los ojos de quien lo observa, ¿qué te impide verte como un ser bello? ¿Realmente es tu cuerpo algo que quieres modificar o estás siguiendo un patrón impuesto? Este cambio y el esfuerzo (ya sea dieta, inversión económica o inclusive el dolor que pueda generar una cirugía), ¿valen la pena?
Quizá también darte un atractivo funcional podría facilitarte no pensar en lo estético. Quiero decir que consideres tu cuerpo desde su funcionamiento y no solo en base a la estética. Por ejemplo: “tengo manos gordas, pero mis dedos alargados me dejan usar el teclado con facilidad”. O podrías aprovechar el momento que estamos viviendo, en el que la aceptación corporal está cada vez más presente (modelos con acné, vitiligo, narices de todas las formas, cuerpos de todos los tamaños) ¡y disfrutarte!
Sobre la autora: Xai es médico y actualmente está estudiando un doctorado en la UNAM. En sus tiempos libres disfruta hacer ciclismo al aire libre, buscar formas de ser más ecológica y sustentable, bordar, leer sobre feminismo así como sobre neurodivergencias y cocinar. La puedes encontrar en Twitter e Instagram como @ecgonina, y de forma más profesional en Twitter como @xaairg, donde tuitea sobre su doctorado. También como Viroloca en el blog de la Biozona, donde en ocasiones escribe sobre ciencia.