Ser y pertene… ser trans

Ser y pertene… ser trans

La primera vez que escuché mi nombre,

ya no era bebé,

pero se sintió como estar recién naciendo.

Abrí la carpeta con la lista del grupo, tomé el bolígrafo para anotar las asistencias y las ausencias, es el primer día de clases, ni yo les conocía, ni me conocían, aún. 

– Pasaré lista, mencionaré tus apellidos, te pido que al escucharlos me digas cómo quieres que te llame, cómo está bien para ti que te nombre.

Busqué con la mirada las reacciones, algunas cabezas asintieron, y comencé. 

– García Torres- Me detuve sólo en los apellidos esperando escuchar un nombre de pila y no sólo el coloquial “presente”, entonces él respondió.

–  Iván, por favor. 

Regresé la vista a la página, junto a los apellidos García Torres, se encontraba su nombre, Iván, así que proseguí. 

– Rosales Durán

-Ángela- me dijo una chica con el cabello largo y con mechones de color  lila. 

-Ok, Ángela; me pareces conocida ¿Ya te había visto en la escuela?

-Sí, cursaba otra carrera, pero este semestre me cambié a esta. 

-Que bien, bienvenida. 

-Gracias. 

Puse un puntito junto al nombre de Ángela para indicar que estaba presente, pasé al siguiente. 

-Hernández Muñoz. 

-Roberto profa aquí me tiene de nuevo. 

-Roberto ¿otra vez? 

-No crea que recurso la materia por flojo, es que me estoy especializando en ella- y sonrió como minimizando la evidencia de que había reprobado el curso anterior. Pensé que me había librado de sus bromas, pero no, sería otro semestre citando chistes de gallinas, sonreí con él y seguí pasando lista. 

-López Fernández- Nadie respondió, insistí- López Fernández- Estaba a punto de poner inasistencia, pero alguien respondió. 

-Salvador. 

Su voz aguda y tímida, apenas audible, atravesó el aula, atrás, en la última butaca, de la última fila, junto a una ventana por la que dejaba escapar la mirada y seguramente muchos pensamientos, y de la que poco a poco se iría alejando en los siguientes meses para acercarse a los lugares más próximos al escritorio;  dijo el nombre que, como lo pedí, era aquel por el que Salvador pedía ser nombrado; tras sus lentes pequeños y afilados como su rostro, sus manos se ponían poco a poco rojas y sudorosas; miré la lista, junto a sus apellidos, el nombre de Sara era lo único que se leía. 

-Salvador entonces- pronuncié con toda la tranquilidad que pude, no quería que sonara a cuestionamiento.

-Sí profesora.

-Gracias por aclararlo, si en el transcurso de estos días me equivoco, te pido que me corrijas cuantas veces sea necesario. 

-Ok, gracias- y con la mirada del grupo entero puesto en sí, ligeramente sonrió. 

¿qué es ser transgenero?

 Quien yo soy es cosa de sentimientos, 

sensaciones y pensamientos,

es interno, es certero. 

Si me vas a preguntar “¿quién eres?”,

disponte a creerme. 

¿A qué o quiénes perteneces? ¿Te lo has preguntado? Y de ser así, cuál es la respuesta.

Tal vez, a tu familia; porque tienen el mismo color de ojos, la misma forma de sonreír, porque eres el vivo retrato de la abuela, hasta porque eres la única persona que no se parece a nadie y eso te hace recibir burlas en el desayuno, que tienen que ver con el lechero,  ese grupo de personas imperfectas que te sacan de quicio más de una vez al día, por quienes vivirías una larga lista de incomodidades o inconvenientes, a veces sin saber por qué, pero también, a quienes acudes cuando no todo sale bien, te han visto en tus mejores momentos y también en los peores ¿Acaso pertenecer a esa familia es cosa de la coincidencia de apellidos en un papel? O incluso, tal vez su historia y circunstancias te han hecho saber que estás del otro lado, aun cuando todo lo asegure, aun cuando los genes quieran afirmarlo, simplemente no perteneces a ese grupo, esa familia no es tu grupo, para uno u otro caso, saberte perteneciente a tu familia es algo más allá de lo que la biología y un acta de nacimiento pueden explicar.

Quizá a tu nación, en un decepcionante caso, mirar a quienes no lo hacen como se supone que debería, que la corrompen o la hacen cruel, que la detienen o la involucionan, esas leyes o costumbres por los que has dicho me dueles, no soy parte de esto; no obstante, y en el mayor de los casos,  cantar su himno, entonar canciones tradicionales con más comensales en la mesa de un lado, cuando la música en vivo inicia; gritar de júbilo con el gol de tu equipo en una copa mundial, la comida cuya receta se aprendió de generación en generación y que en cada casa se prepara diferente, pero en todas sabe a tradición, tus ojos que en el aeropuerto extranjero, cuidan en la pantalla el número de vuelo que te llevará a casa, pidiendo que siga diciendo a tiempo, después la sensación, más emocional que corpórea, cuando las llantas del avión tocan el suelo, que siempre es suelo, pero en tu tierra es eso ¡tuya! ¡Mirarte en tu patria y cultura, va más allá de lo que un pasaporte y la visa pueden constar! 

Seguro que muchas veces perteneces a tus pasatiempos y pasiones, esas actividades que parece que ejecutas hacia afuera, pero que en realidad te llevan hacia adentro, un día comenzaste a hacerlo y no pudiste parar, te ponen a palpitar el pecho, las horas no advierten el cansancio de tu cuerpo, la postura viciada, los ojos rojos, la voz ronca, los dedos engarrotados; sabes que es suficiente, pero el placer no te deja poner atención en otra cosa que no sea ese instante, así que sigues, un poquito más;  bailando, cantando, leyendo, cocinando, escribiendo, dibujando, entrenando, lo que sea, siendo esa versión de ti, que disfrutas más que otras, ignorando las exigencias burdas del talento, no hay necesidad de él en donde se disfruta tanto. 

¡No tienes una pasión, eres ella, y eso va más allá de lo que una sensación puede describir! 

Ahora bien, para qué hablar de lo que es pertenecer,  es que no siempre es fácil de constar, declararse o describirse, los términos del lenguaje o de la ciencia no alcanzan para ello, pues  pertenecer  sólo se siente, se sabe que se pertenece, se existe perteneciendo; y podemos cuestionar que, si no se nos exige tener que demostrar ser parte de nuestros grupos sociales y afectivos, por qué tendríamos que demostrar que pertenecemos a un género, y peor aún, por qué tendríamos que demostrarlo con un pene o una vulva. 

Si pudiste leer las líneas anteriores y pensar “sí, así he sentido ser parte de algo, así encajo”, pues así, justo así se pertenece a un género, no es tan sencillo poner en palabras que expliquen por qué soy mujer o soy hombre, sólo sé que lo soy; que eso coincida con el órgano sexual que comúnmente se relaciona con ese género…es cosa de mayorías o minorías, pero no de totalidad. 

Los textos de la biología son limitados y superfluos al enseñarnos: naces, creces, te reproduces, envejeces y mueres. 

La versión romántica es fantasiosa y hasta dolorosa al insertar algunas expectativas: naces, creces, encuentras a la persona destinada para ti, te enamoras, te casas con mucho amor, te reproduces, envejeces de la mano de tu amor y mueren.

La sociología se puso más descriptiva: naces, miran el órgano sexual pélvico en tu cuerpo, te asignan uno de los dos sexos más comunes (aunque no únicos), se te nombra hombre o mujer; creces en una crianza que te impone una expresión de género que debes reproducir (recuerda, sólo por el órgano sexual que tiene tu cuerpo), se te exige ser masculino o femenino (y ni lo cuestionas), si todo marcha según las expectativas sociales te enamoras y adquieres un contrato legal llamado matrimonio (o no, si eres de nueva generación), te reproduces (o no, si eres de nueva generación), envejeces, quizá en pareja o después de un desgastante divorcio y mueres. 

Pero… esas versiones no son así en todos los casos, a veces: naces, miran el órgano sexual pélvico en tu cuerpo, te asignan uno de los dos sexos más comunes (aunque no únicos), se te nombra hombre o mujer, en algún momento de tu vida lo vas a cuestionar pues no te sientes como tal pero no sabes con exactitud qué pasa; creces en una crianza que te impone una expresión de género que debes reproducir (recuerda, sólo por el órgano sexual que tiene tu cuerpo), se te exige ser masculino o femenino, lo sufres porque no encajas en eso que se te ha impuesto, no lo entiendes, tú perteneces al otro grupo y no hay mucho de dónde agarrarte para hacérselo saber al mundo, un mundo que ante tus intentos ya empieza a violentarte así que mejor callas.

Algo dentro de ti, muy real, muy auténtico, te dice que perteneces al otro grupo en que te dicen que debes estar, a veces te enamoras pero te enteras que es de quien no debes, te rompen el corazón, si encuentras correspondencia hay altas probabilidades de que deba ser en secreto, la ley no te permite ser quien sabes que eres, o le cumples al discurso social o quizá quieran asesinarte.

Tu familia se avergüenza, tus amistades se alejan, reproducirte deja de ser una opción para ti, y  si acaso eres de ese porcentaje de las personas trans a quien no les fue como dictan las líneas de este párrafo, entonces las estadísticas dicen que de todas maneras la tendrás muy difícil en la vida, ya que a las discriminaciones propias del día a día que todas las personas vivimos, a ti, se te sumarán otras violencias, en lo laboral, lo deportivo, lo legal, en todo, teniendo una esperanza de vida menor a las personas cisgénero de tu misma edad.

¿Por qué? Porque no tienes el órgano sexual que dicen que debes tener, porque a la gente se le olvida que pertenecer es natural como a una familia, aunque no tengas sus genes, a una nación, aunque no nacieras en ella, o a una pasión, aunque no poseas el mayor de los talentos, eres y existes en ello, lo sabes, pero no lo quieren aceptar.

 “Mi pequeña de 7 años, sentada tras mi asiento en el auto, me preguntó.

-Mamá ¿Qué es tener sexo?

Casi me salgo del carril – ¿Dónde lo escuchaste cariño?

-En este papelito dice: sexo hombre o mujer”

Tu cuerpo tiene órganos sexuales, todo tu cuerpo, no sólo la zona inferior de tu tronco; la piel, tus extremidades, tu lengua, el cabello, todo lo que se relacione con tu forma de ejercer tu sexualidad, para sentir y generar placer, para expresarte, relacionarte con otros y otras, para reproducirte, para percibir el mundo, así: expresión, placer, relación y reproducción, son entre otras, actividades que convierten tus órganos, en órganos sexuales.  

Un primer tropiezo es que, se te asigna una categoría llamada Sexo, según tus órganos sexuales, pero ¡no todos ellos! (he ahí el tropiezo), para nombrar cuál es tu sexo, sólo se consideran aquellos órganos en la zona inferior de tu tronco, por dentro y fuera, y son llamados órganos sexuales pélvicos internos y externos. Si entre estos figuran, por ejemplo, la vulva, la vagina, el útero, los ovarios, tu sexo de asignación es Mujer; en cambio, si entre estos figuran, por ejemplo, el escroto, los testículos y el pene, tu sexo de asignación es Hombre; ambos son lo sexos que prevalecen en nuestra especie, pero no son los únicos (hablemos de eso en otra ocasión). 

Dijo la vida: seré la obra.

Dijo la sociedad: seré la guionista.

La vida produjo muchos personajes,

 pero la sociedad sólo escribió un libreto para dos.

Se presentó la obra, actuaron, no todo el elenco encajó, 

el público lo sabía, se necesitaban más papeles, 

pero el libreto sólo tenía roles para hombres y mujeres.

aun así y fingiendo que todo estaba bien, la gente aplaudió.

 

Entonces entra en automático y a escena un enorme, interminable y muy pesado rol que deberá ser aprendido y reproducido, se llama Género, y con él vienen todas sus piezas: Rol de género, Expresión de género, Estereotipo de género; prácticamente le dicen a la personita que apenas tiene minutos de haber nacido: Estos son los nombres que se te pueden asignar, los colores que podrás usar, las carreras u oficios a los que podrás aspirar, las prendas que deberás vestir, los sentimientos que se te permitirán expresar (y también lo que no se te permitirán), las obligaciones y los derechos que se te otorgarán y los que se te restringirán… todo eso y más… sólo por poseer un pene o una vulva.

Entonces durante toda la vida nos convertimos en personajes de una puesta en escena que se llama sociedad y cuyo elenco posee una imagen y conducta según, sí, ya sabes ¡el órgano sexual pélvico que tiene! y que por cierto siempre traerá tapado. 

Socialmente hablando, a las mujeres se les construye con el género femenino, y  a los hombre con el género masculino, todo lo que se espera de cada género será un estereotipo que se deberá alcanzar, así las mujeres deberán ser desbordantemente emocionales, ser y desearse maternando, frágiles, domésticas y hacendosas, obedientes y rosas, en muchos tonos de rosa; mientras tanto, lo esperado de los hombres es fuerza y brutalidad, proveer protección, bloquear sus desbordes emocionales, ser competitivos, ágiles, toscos e imponentes. Todo aquello fuera del rol de género será reprobado, la persona en cuestión recibirá la censura social. Cuando la persona se identifica con el género decretado, se considera alguien Cisgénero, por ejemplo: 

Una persona cuyo cuerpo tiene vulva y útero, recibe el Sexo de Asignación, Mujer, y con ello se le cría y trata con el género femenino; conforme al progreso de su vida describe percibirse como mujer, vivirse e interpretarse como mujer y mirarse como integrante del grupo al que llaman mujeres, entonces es una mujer cisgénero. 

Una persona cuyo cuerpo tiene pene y testículos, recibe el Sexo de Asignación, Hombre, y con ello se le cría y trata con el género masculino; conforme al progreso de su vida describe percibirse como hombre, vivirse e interpretarse como hombre y mirarse como integrante del grupo al que llaman hombres, entonces es un hombre cisgénero. 

¿Siempre sucede así?… No, y también está bien. A veces, algunas personas no se identifican con el género que la sociedad les ha concedido al nombrar su sexo de asignación. 

Una persona cuyo cuerpo tiene vulva y útero, recibe el Sexo de Asignación, Mujer, y con ello se le cría y trata con el género femenino; conforme al progreso de su vida, describe NO, repito ¡No! percibirse como mujer, en cambio, se percibe como hombre, se vive e interpreta como hombre y se mira como integrante del grupo al que llaman hombres, entonces es un hombre transgénero. 

Una persona cuyo cuerpo tiene pene y testículos, recibe el Sexo de Asignación, Hombre, y con ello se le cría y trata con el género masculino; conforme al progreso de su vida, describe NO, repito ¡No! percibirse como hombre, en cambio, se percibe como mujer, se vive e interpreta como mujer y se mira como integrante del grupo al que llaman mujeres, entonces es una mujer transgénero. 

Qué bonito verte al espejo y 

¡ENCONTRARTE JUSTO ESO! 

A ti, en el reflejo.

Cuando una persona transgénero toma decisiones acerca de sus circunstancias; cosa que es compleja, dolorosa, atemorizante; tiene muchas opciones a elegir, por ejemplo, no modificar absolutamente nada respecto a cómo está construida su personalidad e imagen, pero esto pasa muy pocas veces, siempre buscamos que nuestra imagen y existencia refleje quienes somos ¿o no?, también puede optar por cambiar su vestimenta, corte de cabello, arreglo estético; si se acerca a una asesoría médica iniciará tratamiento hormonal para que su cuerpo se apegue a aquello que su mente y sentimientos le dice que sí es; modificará sus documentos oficiales para que incluyan los datos certeros de su identidad, y si es su decisión, podría recurrir a apoyos clínicos y quirúrgicos para retirar o modificar aquellos órganos que no apoyan tanto con su autoconcepto.  

Las personas alrededor de una persona trans, comúnmente pasan por un duelo lleno de confusiones y resistencias, hay de todo, quienes le apoyan, quienes por siempre le rechazarán, lo primero pasa más por amor, lo segundo, por desconocimiento; lo mejor sería que todo sucediera siempre desde la educación y el acompañamiento profesional. 

Sea sencillo de entender o no, hay pensamientos por lo que puedes empezar para respetar mucho mejor a una persona transgénero.

  • No es una enfermedad, no es un trastorno, la ciencia ha descubierto poco aún, pero lo suficiente para saber que sus causas son exactamente las mismas que para la cisgeneridad, ni más ni menos. 
  • Las personas trans no necesitan demostrarte nada, ni una mujer trans te debe feminidad, ni un hombre trans te debe masculinidad, así como tú, desde tu cisgeneridad, eres la mujer que quieres ser y el hombre que quieres ser. 
  • La transgeneridad no es resultado de una confusión, ni un trauma, ni una experiencia violenta, aun y cuando algunos casos así existan, no son significativos, ni determinantes. 
  • Las personas trans no están obligadas a informarte su transgeneridad. 
  • Dirígete a una mujer trans, con el pronombre “ella”, deja de pensar que porque tuvo o tiene pene fue un hombre; no, nunca lo fue, es y siempre fue una mujer. Por su parte, dirígete a un hombre trans, con el pronombre “él”, deja de pensar que porque tuvo o tiene vulva fue una mujer, no, nunca lo fue, es y siempre fue un hombre. 
  • Si a una mujer trans le gustan los hombres, es una chica heterosexual y si le gustan las mujeres, es una chica homosexual, y también hay más posibilidades. Por su parte, si a un hombre trans le gustan las mujeres, es un chico heterosexual y si le gustan los hombres, es un chico homosexual, y también hay más posibilidades.
  • Una mujer trans, puede disfrutar del placer que le provee su pene, eso no la hace hombre, la hace una persona que disfruta del órgano que posee su cuerpo. Un hombre trans, puede disfrutar del placer que le provee su clítoris, eso no lo hace mujer, lo hace una persona que disfruta del órgano que posee su cuerpo. 
  • Las mujeres trans merecen un trato médico profesional y sensibilizado para atender sus necesidades urológicas y que su profesional le trate como mujer. Los hombres trans merecen un trato médico profesional y sensibilizado para atender sus necesidades ginecológicas y que su profesional le trate como hombre. Aplica lo mismo para todos los servicios de salud, u otros que reciban. 
  • Una mujer trans puede embarazar a una persona con útero, si tienen relaciones sexuales sin usar métodos para prevenir embarazos. 
  • Un hombre trans puede embarazarse de una persona con pene, si tienen relaciones sexuales sin usar métodos para prevenir embarazos. 
  • Hombres y mujeres trans, merecen recibir educación sexual para vivir de manera plena su placer, practicar sexo seguro y protegido, evitar adquirir infecciones de transmisión sexual, planear su reproducción y acceder a sus derechos sexuales y reproductivos.
  • Los artículos y productos dirigidos a la planeación reproductiva, placer sexual, y protección de la sexualidad, necesitan ser resignificados y renombrados para incluir a las personas trans en su uso; por ejemplo: el condón que las mujeres trans, ponen en su pene, no se llama más “condón masculino” sino condón externo, y el condón que los hombres trans colocan en su vagina, no se llama más condón femenino, sino condón interno. 
  • Las personas transgénero, necesitan que las personas cisgénero apoyen sus derechos (aplica también para personas ágenero, género fluido y bigénero, entre otras).
  • Todas y todos somos seres humanos, eso es lo más importante. 

Sobre la autora: Leticia Arévalo cervantes. Sexóloga Educativa y sensibilizadora de grupos. Tallerista y conferencista en temas de educación de la sexualidad. Coordinadora didáctica en Imesex.